lunes, 31 de diciembre de 2007

Adiós 2007...


En un episodio de Ally McBeal decían que si al final del año no lloras o no sonríes, es que ese año no ha merecido la pena (o algo así, no me acuerdo muy bien). El caso es que hay que vivir intensamente, no desaprovechando las oportunidades, siendo coherentes con lo que se siente, sin pasarnos de egoistas pero tampoco estando siempre hipotecados a los deseos y caprichos de los demás. Porque aquí nos lo jugamos todo a una carta, en un solo acto, sin posibilidad de ensayos o nuevas funciones que enmienden las meteduras de pata; porque somos humanos y torpes, unos más ignorantes, ingenuos o intransigentes, otros más bondadosos, transparentes y sociables, pero todos tenemos en común una cosa: queremos ser felices.


Desde aquí, desde mi isla, mi Arcadia Infeliz, que no cobarde, les deseo un feliz 2008 con la imagen más bonita que he podido encontrar, y les suplico que sean fieles a sus sentimientos y anhelos, y alérgicos a las farsas.


Amor, belleza, libertad y verdad.



Ian Grecco

lunes, 24 de diciembre de 2007

Felices Paparruchas

Este año, ni siquiera he puesto el árbol. Total, si a nadie le gustaba...No sé, cada vez estoy más Scrooge...¿me visitarán esta noche tres fantasmas? Quién sabe, si ya ni siquiera ponen "Legend" en la tele, o "La historia interminable"...
Pues lo dicho: Felices Paparruchas.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Villa Kerylos


Aquella playa mediterránea,

la arena escupida de las entrañas,

el cielo, rasguño celeste terso hasta el dolor.

Agonizaba agosto, veinte años latían.


Él no quería ir, le obligó el amor.

El sátrapa eunuco,

le impuso un calor derretido,

una brisa de secano,

por ella todo lo aguantaba,

y en lo álgido de la tórrida tarde,

alzó la vista,

y más allá de la casa griega,

el infierno se abrió en el horizonte:

ellos se besaban.


Cómo sollozaba la piel imberbe,

por vez primera llegó el dolor,

cuando el dolor era,

hasta entonces,

compasión ajena,

noveluchas, mal cine, chanzas rosadas.


Y ellos, rodeando la casa griega,

cómo reían, mezquinos,

divertidos, dos décadas de inconsciencia.


Los amigos, ni se enteran.

Villa Kerylos, brilla, se ríe, ironiza.


En una semana, se acaba el verano.


Hay más gente en la playa.

Una niña gorda chapotea,

sus padres, orondos, la ignoran.

El helado de chocolate se derrite,

el cielo se tensa hasta la cicatriz,

Villa Kerylos se tiñe de magenta,

los amigos ríen, ni se enteran.


Unos negros comienzan a tocar el tambor,

y allá, delante de la casa griega, ellos continúan.


Villa Kerylos todo lo presencia,

el crimen,

¿cómo puede doler

algo que no se ve?


La renacuaja chapotea,

los padres ríen,

el chocolate parece sangre marchita,

el verano se escapa, veinte años.


Villa Kerylos, ¿cómo lo permitiste?


(Beaulieu-Sur-Mer, verano de 2002)


Petites Cauchemares II

Del crepúsculo al alba,
yo no soy hombre de este mundo.
Me transformo en hierática niebla,
y en los confines de mi fantasía,
juro, perjuro y lloro
que no deseo vivir muerto.

Delirio de poeta

Callaos, silencio,
que voy a hablar solo,
que voy a narraros el principio de todo.
Atended a mis palabras,
que la sabiduría que las guía,
es la joven desazón consciente,
herida de la imposible promesa
que nos lanzaron.

Si pudiera sacar mi infierno,
por la boca, por la piel, por los ojos,
vil garrote, maquinaria antidiluviana,
nutrición de imágenes,
espanto de nombres,
mi mundo interior.

Me atraqué de belleza,
pútrida en imágenes y letras,
y en este atosigante mar
de delirio ajeno,
hoy he decidido rebelarme.

Elevadme como estandarte,
como falso profeta,
os amo, mis criaturas,
¿por qué me odiáis entonces?
Si persistís en agazaparos
vuestro hedor me enloquecerá.

De nadie me enamoré, si eso
es lo que deseábais saber.
Amé cosas, imágenes, luna y niebla,
y en el rastro perdido de lo incorpóreo,
nací como poeta,
amante del caos fecundo,
que como alimaña pasiva,
se deja y no grita.

Yo os amaré con mis artilugios
sacrílegos, ridículos,
palidecerán mis logros,
ante vuestra insistencia.
El reflejo valdío de mi homenaje,
no insuflará valor a vuestras postrimerías,
pero, ¡no seáis malvadas!
Insuflad en mi pecho,
aunque sea minúsculo,
un dardo de gallardía.

Sam E. Hailey

jueves, 13 de diciembre de 2007

Prozac Nation



Pero qué películas hacen últimamente. Qué chorradas, qué mediocridades. O será que tengo mala suerte (o mal gusto) a la hora de escoger...Pero "Scoop", la penúltima de Woody Allen, me pareció la tontería del milenio. ¿Cómo se puede gastar dinero y energía en rodar semejante sinsorgada? Casi tiene más mérito uno de esos telefilmes de sobremesa.
"Scoop" es el pre testamento de una vieja gloria del cine que, como un babeante enamorado, no se cansa de hacerle regalitos a su joven musa (Scarlett Johansson, que no tiene la culpa la pobre, y no interpreta mal la parida que le mandan).

Es que para hacer una peliculilla ligera, a vista de pájaro, sin fundamento, en la que no te crees nada y los personajes secundarios hacen más de decorado que de seres humanos, prefiero películas menores como "Prozac Nation", que no ganará ningún premio importante ni deslumbrará con su profundidad, pero que tampoco pretende más, sólo hablar del mal que puede causar una enfermedad mental a una joven de dieciocho años que acaba de comenzar la universidad y que posee todo el talento del mundo para ser escritora. Nada más ni nada menos. Les dejo la ficha por si se animan. Y por cierto, pobre Woody Allen, mira que acabar así...

Título Original: Prozac Nation, 2001, EE.UU, AlemaniaDirección: Erik Skjoldbjærg Intérpretes: Christina Ricci, Jason Biggs, Anne Heche, Michelle Williams, Jonathan Rhys Meyers, Jessica Lange, Jesse Moss, Nicholas Campbell Duración: 1 hora 35 minutos

Argumento de Prozac Nation
Liz es una escritora de mucho talento a la que conceden una beca para la Universidad de Harvard. Ésta es una gran oportunidad para ella para escapar de su controladora madre. Pero durante su primer curso académico, Elizabeth cae en una depresión, de la que intentará refugiarse en las drogas y el sexo.

De las utilidades de la lluvia

Ayer, después de darle la cena (que fue un infierno, cenó fatal, y no había manera de que se tragara la pastilla tranquilizante), se quedó farfullando, hablando entre dientes, palabras sin sentido, o al menos, sin sentido para los que las escuchamos. Quizás en su cabeza todo es armónico, equilibrado, básico pero efectivo. Pero la mayoría de las veces no entiendo ni una sola palabra de lo que me dice.

-¿Qué dices?
-Que está lloviendo.
-¿Dices que está lloviendo? Pero si no llueve, mira a través de la ventana: no llueve. Y escucha, no se oye nada, no hay sonido de lluvia.
-Sí, sí que llueve, ¡que llueve! Llueve para que me escuchéis.

Llueve para que me escuchéis. "¿Para qué llueve?" "Llueve para que me escuchéis". Qué diálogo más absurdo, como uno de esos sacados de un mal manual de idiomas para principiantes. No sé, no entendí lo que quería decirme, pero ayer aprendí una cosa nueva: que en ocasiones, llueve para algo. Y ayer llovió para que ella fuera escuchada.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Sobre listas y premios

No sé si les habrá llamado la atención cómo se llevan esas listas de “los más del mundo”: los cincuenta más guapos del mundo; los cien más ricos del mundo; los cinco mejores escotes, traseros, narices operadas, del mundo...Estas cribas parecen querer darnos una bofetada a los que sobrevivimos en el mundo real, lejos de las falacias del bótox y la purpurina; y ayudan a endiosar aún más, junto con galardones y premios continuos, a los dioses del cine, la música, la literatura e, incluso, la gastronomía. ¿Será que los seres humanos necesitamos inventar mitos para evadirnos de las crisis metafísicas? No lo sé, pero uno pone la tele al mediodía y ve que la Reina de España entrega a Penélope Cruz (actriz mundialmente conocida por sus fogosos papeles) un galardón. Luego, por la tarde, en la misma cadena, se nos saltan las lágrimas con esa mujer de Jaén que, con casi ochenta años, cuida ella sola de sus dos hijas treintañeras inmovilizadas en sillas de ruedas, sin ninguna ayuda humana y económica. La pobre mujer, operada de varias hernias, confiesa que cuando el dolor de sus achaques vence su gallardía, sube a la azotea, conecta su ruidosa lavadora, y gime y grita. No quiere que sus hijas se den cuenta de que su madre es mortal. Pero claro, nadie le va a dar un premio. Sobre vejez y penuria, los mortales ya sabemos un rato.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Petites Cauchemares I


Qué sensación, la de sentirse un auténtico criminal.

Qué sensación, la de ser consciente de que se es el culpable de mil y una calamidades.

Qué sensación, quedarse poco a poco sin amigos, sin familia, y descubrir que, en contra de lo que uno se imaginaba, la responsabilidad es extricta y exclusivamente personal.

Qué sensación, saberse mala persona.

Qué sensación, que a uno le acusen de chulesco, infiel, irresponsable, infantil, almidonado.

Qué sensación, el Mal me ha debido poseer sin que yo me diera cuenta.

Qué sensación, que dejen de apreciarte pero no de sonreirte.