sábado, 26 de septiembre de 2009

C'est la vie!


Dios, pero qué viejo me siento...

No sé qué va a ser de mí dentro de diez, quince, treinta años...¿podré soportar llevar conmigo tantos recuerdos, sensaciones, obsesiones, alegrías, tristezas, desengaños y sueños cada vez más neblinosos y accesibles? Quién sabe...Pero comienzo a comprobar que la vida no es tan corta como nos dicen, es larga, terriblemente larga...O al menos eso pienso hoy, quizás mañana o pasado crea justamente lo contrario y lo plasme aquí.

Mi pasado vuelve a mi presente como un tsunami rocambolesco que arrasa con mi presunta serenidad, y después de dejarlo todo por los suelos, retorna a su misteriosa morada...

Estoy enfermo, será eso...
Coronaré este post con una foto de Gene Tierney. En ella siempre encuentro el sosiego...

martes, 22 de septiembre de 2009

Sigo, a punto de terminar...

De todos modos, sí que hubo otra ocasión en la que nadie, nadie, pudo negar que yo había realizado el mejor ejercicio: fue cuando nos tocó fingir nuestra propia muerte. La profesora nos señalaba con el dedo índice a modo de imaginaria pistola, gritaba “¡PUM!”, y nos “disparaba” a cada uno en lugar diferente. Teníamos que “morirnos” seguidamente, sintiendo el dolor donde nos había tocado.
A mí me “disparó” en el corazón, y prometo que noté el dolor de la bala cortándome y rasgándome la carne con furia y fuego. Por eso caí al suelo como me habría caído con el impacto de una bala real. Me llevé la mano al pecho y me vine abajo, dando mi costado izquierdo contra el suelo como si fuera el tronco de un árbol talado; el dolor de la caída me recorrió desde el hombro hasta el muslo, aunque eso sí, tuve cuidado para que mi cabeza no se golpeara.
Y aunque los aplausos entusiasmados de aquella panda de lunáticos celebraran lo que pensaban que era un juego más, yo, realmente, morí un poco en aquel aula de teatro. Antes de cerrar los ojos llorosos de mi fingido cadáver, dejé escapar un hondo gemido, tan estremecedor, que yo misma me asusté.
Extrañamente, “morir” fue mi ejercicio perfecto, el que estaba inconscientemente esperando y anhelando desde el comienzo de aquel curso de comediantes aunque, en realidad, para mí no tenía demasiado mérito fingir que la vida abandonaba mi cuerpo; era como pedir a una persona exhausta que se hiciera la dormida. Algo dentro de mí deseaba simular que moría, que me desvanecía en la nada, libre de obligaciones y remordimientos. ¿No era para asustarse descubrir que se deseaba, al menos un poco, desaparecer del mundo? Lástima que mi “muerte” durara tan poco; pronto abrí los ojos y me vi tumbada sobre el reluciente parqué de
Ceares. Me incorporé y poco a poco fueron apareciendo en mi ángulo de visión varios calcetines y chándales de diferentes colores, y después, varias cabezas con caras de admiración. “Muy bien, Ana: francamente bien”, me felicitó Rosaura. Asombrosamente, la Pirata no dijo nada. “Bueno, todos muy bien, en general, ¡sois un curso que os sabéis morir muy bien!”. Y todos le rieron la ingeniosa gracia.
Tras aquella clase, saqué dos conclusiones impagables sobre mi prometedora carrera como actriz: era la persona idónea para hacer un anuncio de gelatina (donde yo sería el producto, no el consumidor) y para interpretar a alguien a quien matan de un balazo en el corazón. Todo un mundo de posibilidades se abría ante mis ojos.

martes, 15 de septiembre de 2009

He necesitado más de un cuarto de siglo para...

desprenderme de mi particular versión, atosigante y frecuente, del "síndrome de Estocolmo": no pienso volver a justificar a mis verdugos.

comenzar a exigir a mis amigos lo mismo que yo les doy, ni más ni menos. Lo contrario crea relaciones insanas y asimétricas que terminan mal, la mayoría de las veces.

comprender que no hay tantos despistados como parece, y que se puede hacer daño por acción y por omisión, y que casi siempre, los que lo hacen por omisión incurren en dolo.

dejar de sentirme culpable por mis (presuntas) virtudes y dejar de torturarme por mis imperfecciones.

darme cuenta de que la mejor venganza contra los que nos desprecian o maltratan es tratar de ser tan feliz y honrado como se pueda. Los villanos detestan las sonrisas y comprobar que otros seres humanos sí son capaces de despertar afecto e interés en sus semejantes.

no llevarme un disgusto cuando me desprecian y me marginan, y disfrutar de los que me aprecian y me buscan: ellos sí merecen mi energía.

llegar a la conclusión de que la envidia, el miedo y los prejuicios son las causas que provocan la mayoría de las enemistades en este mundo tan competitivo y exigente.

poder decir abiertamente que me siento maduro y feliz, y que me gusta vivir, y que tengo mil y un proyectos y planes, y que quiero a tanta gente que sé que me quiere que hay momentos en los que me siento un globo a punto de reventar de dicha.

no avergonzarme de ser, en ocasiones, más cursi que una bandeja de merengue con un lazo rosa.

martes, 1 de septiembre de 2009

Paranoia pre-vuelta al cole ficticia del Estudiante Infinito...

¡Que vuelven las gente del pasado! ¿Por qué vuelven las gentes del pasado si estaban, precisamente, en el pasado, bien arropadas y atrapadas? ¿Por qué?

Me buscan en el presente, cuando yo las creía en su lugar, en el pasado...
Me siento como un coleccionista de muñecas que cree a sus muñecas estáticas y seguras en su vitrina de cristal y de repente, una noche, comienza a verlas desperdigadas por toda la casa,
¿qué diantre...?

La culpa la tienen estas malditas "herramientas sociales", eufemismo para llamar a la Vitrina de (Sobre) Exposición Global en la que nos desnudamos sin pudor los terrícolas de esta era de tecnología para todos, ricos y pobres, intelectuales y merluzos, sin distinción...

Alicatamos nuestros egos hasta el techo, hablamos de YO, YO, YO...Ponemos nuestras caras en todas partes, y hacemos lo mismo con nuestros amigos, mascotas, parejas, animales...
Nos exhibimos hasta el empalago convencidos de que así le ganaremos, al menos un set, a esa señora que cuando nos lleva con ella nos condena a, tarde o temprano, ser olvidados...Y mira que nos queremos como para permitir terminar así...Por eso, en vida, lo hacemos (ya que los otros están ocupados en sí mismos, los muy egoístas): nos centramos en YO, YO, YO...

Y encima, ahora, van y te localizan tus fantasmas...Y todos te quieren mucho, pese a que su amor naufragó, quién sabe por qué...

Tenía su encanto dejar a las gentes del pasado en el pasado. Allí se conservaban magníficamente, como piezas en formol, piezas que cumplieron su utilidad en su momento y que continúan bien frescas y torneadas gracias al benigno vehículo de la memoria, una magnífica herramienta para distorsionar y cubrir de cierto encanto incluso a los más villanos...

Dejo de escribir, que tanta idea rara me da dolor de cabeza, y mañana comienzo mi curso particular, el del Estudiante Infinito...