domingo, 14 de marzo de 2010

Thanks, Dolores O'Riordan...

Gracias: gracias por el concierto que diste en Madrid el pasado viernes.
Para mí fue un sueño hecho realidad verte a ti y a tus chicos en vivo y en directo tras quince años hechizado por tu quebrada voz de sirena quejumbrosa...

Quince años desde Zombie, una canción cuyo poderoso mensaje no entendí muy bien en su momento, pero que tiene tal fuerza que desde que la escuché me arrebató y me hizo seguir los poemas musicales que tu gente y tú regalábais en cada disco.
The Cranberries, tu banda, un evocador nombre de fruto silvestre para un sonido diferente, único, original, onírico y real a la vez, inconformista y reivindicativo pero sin la necesidad de matar ni una mosca para hacerse un hueco en el complicado panorama pop/rock.
Un sueño amargo pero irresistible como las imágenes con las que mostraste una dura historia a trompicones en el videoclip de Zombie.
Zombie, Zombie, Zombie...Una palabra, un nombre macabro, una etiqueta que alude a cadáver, sangre, canibalismo, putrefacción, Apocalipsis, masificación, dominio, pobreza espiritual...Qué grande aplicarla a otros campos, diferentes al de la ficción del horror, pero no por ello menos horrorosos...
Gracias: gracias por el concierto del viernes, Dolores, y por hacerme recordar lo mucho que te he escuchado en diferentes momentos de mi vida, aunque sobre todo, no puedo olvidar (qué cosas) la insistencia con la que me ponía tu música justo antes del examen de licenciatura, el que creí el último tramo a superar antes de acabar con mi destino de Estudiante Infinito.
Podría haber sido la mía una pasión pasajera, como la que tuve con otros cantantes, escritores o actores...Pero no, está claro que tu charme va más allá del simple capricho adolescente: mereces ocupar un lugar de honor en el Olimpo de los Mitos de cualquier rara avis sensible y con buen oído de este planeta.
Lástima que tu concierto se me hiciera tan breve, "es que mañana tocamos en Barcelona", te disculpaste. Pero bueno, a la Diosa de Zombie se le pasa por alto todo...
Si hasta casi se me saltan las lágrimas escuchándote, y eso, que me quedé solo. Mis amigos se dejaron las entradas en casa, y por ello experimenté allí, en los suelos del Vistalegre, rodeado de masa nocturna y viéndote chiquitita y lejana, brillando a lo lejos como una estrella oscura, lo que yo llamo el síndrome de París: presenciar un hecho hermoso e irrepetible estando solo y desear que cierta/s persona/s querida/s estuviera/n junto a uno para disfrutarlo.
Ya hablaré en otro post, otro día, largo y tendido, sobre el síndrome de París. Qué raro que aún no lo haya hecho, con lo que me ataca este síndrome, mon Dieu...